CUIDADO CON EL PERRO
Círculo de Bellas Artes. Madrid, España. 2001
 
  La oscura belleza por Miguel Cereceda  
 
 

Et pourtant vous serez semblable à cette ordure,
à cette horrible infection,
étoile de mes yeux, soleil de ma nature,
vous, mon ange et ma passion.

Charles Baudelaire


1. Cave canem
Cuidado con el perro. La imagen salvaje del lienzo lo dice. Se trata de una advertencia. Hay dos animales que se están devorando. Son dibujos de gran formato. Rojo, gris y negro sucios sobre blanco. Hay también dos estructuras metálicas de las que emergen. Parecen patas de alambre, o como esas construcciones metálicas de los taxidermistas, con las que se mantiene erecto el cuerpo de los animales muertos. Podrían ser también una especie de alambrada , que los constituye y los contiene, y de la que rabiosos se desgarran intentando escapar. Hay mucha violencia en esta imagen. Los perros están derramando sangre, vomitando. Son perros de presa. Se están agrediendo.
Para Natalia Granada sin embargo se trata de un beso. Hay dos animales que se están devorando, y ella insiste en reconocer esa imagen brutal como imagen sexual, aún más, como imagen de la expresión más tierna del afecto. Se trata sin duda de una sexualidad perversa. Es cierto que toda sexualidad lo es. Toda sexualidad pervierte, invierte y divierte la carga de la intención. Tanto de la intención artística, como de la intención moral más pura. Pero si ésta es una imagen de la sexualidad, se ha de tratar de esa idea violenta  y desmesurada de la misma tal como la entiende por ejemplo Georges Bataille. “El terreno del erotismo –afirmaba- es esencialmente el terreno de la violencia, de la violación”.(1) Natalia Granada no duda en reconocer en estas imágenes de animales que se devoran la referencia evidente de la sexualidad. “Me interesa el mundo de la violencia y la agresividad” –afirma.
Cave canem.

2.Yo necesito amor

Pero no toda la sexualidad es desmesura. No hay más que verlo. La propia desmesura sólo es posible bajo una represión y una cierta contención que la hace posible. Reparo ahora a este respecto en los marcos que contienen estos cuadros. Son marcos negros, rotundos. Contrastan violentamente con el blanco del papel. Parecen querer cerrar una sexualidad tan excesiva en un entorno rígido, como para que no se escape por las paredes. Lo mismo sucede en cierto modo con las dos esculturas en vitrina: la una presenta una cabeza cortada, devorada por salamandras; la otra es un coño amputado, completamente abierto, devorado también por las salamandras. La referencia sexual es evidente: la cabeza es imagen del falo, y el coño, al que Natalia Granada denomina La oscura evidencia, nos sugiere la idea de una sexualidad atormentada, corrosiva. La misma salamandra es una imagen de la sexualidad. “Son animales muy bellos –dice Natalia-, de colores muy diversos y brillantes”. Me llama la atención sin embargo la vitrina en la que estas esculturas se contienen, su acabado perfecto, su geometría y su diseño. ¿Cómo una sexualidad tan excesiva puede contenerse en el escaparate de una joyería? Natalia habla de la soledad que implica la sexualidad. De nuevo quedo confundido y turbado. ¿Acaso se refiere al onanismo? No lo creo. Se refiere sin duda a la relación amorosa, a la vivencia de la relación sexual como una forma de incomunicación. Natalia habla de la autobiografía de Klaus Kinsli, Yo necesito amor, como ejemplo. Me la leo y descubro que es la historia de un follador compulsivo, de una especie de monstruo insaciable, que en parte alguna encuentra satisfacción ni consuelo. Natalia me señala la historia de la vieja, y la de la giganta y la de la niña que viene a traer flores a casa, el día que quiere reconciliarse con su esposa. Supongo que es algo de esta inquietante soledad del sexo la que aparece de alguna manera en la escultura de Natalia Granada.

3.La oscura evidencia
Puede que esto se entienda mejor si nos detenemos en una de estas piezas. La que se titula La oscura evidencia presenta la imagen brutal de un torso femenino amputado, expuesto por detrás, con el coño ostensiblemente abierto, y corroído por innumerables salamandras. Al principio me costó ver que se trataba de un coño desgarrado. Acaso por analogía con la otra cabeza contigua, pensé que se trataba de dos cabezas amputadas una frente a otra, besándose, como en una violenta y desagradable imagen de Joel Meter Witkin. Es curioso que lo primero que se percibe sea la imagen de la muerte, antes que la del sexo. Pero a Natalia le interesa mucho subrayar esta idea del sexo viejo, desgastado, casi putrefacto. “Las mujeres –me dice- siempre estamos con esta angustia de la juventud. Con la idea de que tenemos un límite, una especie de fecha de caducidad”. En la contemplación de la belleza misma sin duda ya está presente la idea de fugacidad y, por tanto, la corrosiva presencia de la muerte. Pero Natalia Granada no presenta bellas imágenes que susciten la sensualidad del espectador. Por el contrario, son imágenes de una sexualidad explícita y brutal, en las que la sangre y la violencia no hacen sino mostrar el lado amargo e inquietante de todo lo orgánico y lo vivo: su oscura evidencia.

4.A punto de caramelo
La escultura y la pintura de Natalia Granada ejemplifican esta idea visceral de la sexualidad. Sobre todo esos pequeños barros con alambres teñidos de rojo. Veo cuerpos mutilados, cabezas de perros seccionadas, torturadas amarradas con alambres. Hay un pequeño personaje que fornica con una gran cerda amputada. Varios cerditos parecen comerse una vagina. Algunas de estas figuras están rodeadas de alambres. Tienen connotaciones visuales muy complejas. Por un lado tienen un carácter excrementicio, pero por otro, en ocasiones presentan formas vegetales. Me inquieta esta riqueza y esta extraordinaria mezcolanza de los reinos. Pues ciertamente es barro, que en su composición delata su origen mineral, pero la exhuberancia de las formas se muestra ora animal, ora vegetal.
Extraña confabulación y barahúnda de los tres órdenes de los seres naturales, constituida en monstruos ora animal, ora vegetal y mineral. Del mismo modo me inquieta el modo extraño en que estas figuras parecen convocar a todos los sentidos. El violento color rojo con que todo se inunda es la primera provocación para la vista. Pero ésta de inmediato repara en el contraste entre el brillo satinado de las figuras y el terciopelo mullido sobre el que reposan, que parece convocar el sentido del tacto a aproximarse a esta ordalía de pasiones viscerales, desórdenes sexuales y formas excrementicias, que, si no huelen, es tan sólo por esa cubierta satinada, como de caramelo, que parece recubrirlas. A Natalia le gusta esta analogía obscena con el caramelo. E incluso me recuerda la expresión “tener el coño a punto de caramelo”, para que comprenda mejor la visceralidad y la textura que quiere darle a estas figuras. De modo tal que el tacto, la vista, el gusto y el olfato se convocan, como no podía ser de otra manera, en esta imagen desmesurada de una sexualidad excesiva. Los tres reinos naturales y todos los sentidos se concitan. ¿Qué es esta invitación al frenesí?

5.Re–pulsión
Natalia Granada lo llama re-pulsión, insistiendo por un lado, con ese pequeño guión inserto, en el carácter doblemente compulsivo de la fascinación que ejerce y, a la vez, del asco revulsivo que suscita. Sus obras son por tanto obscenas en un sentido deliberado, al provocar en nosotros la atracción a la vez que la náusea. Tal vez como en la historia de esa puta vieja, en cuya decrepitud Klaus Kinski consiguió excitarse. Es un fenómeno extraño y sorprendente, ¿cómo es posible que nos atraiga lo que, a la vez sin embargo, nos da asco? Es un fenómeno en cualquier caso conocido desde antiguo. Aristóteles en la Poética nos habla de “cosas que vemos con desagrado en el original y nos causan sin embargo placer cuando las contemplamos en imágenes lo más de fieles posible, como ocurre, por ejemplo, con la representación de los animales más repugnantes o con animales muertos”.(2) Pero Natalia Granada no parece tan interesada por el fenómeno de la complacencia en la representación, cuanto en la fascinación que ejerce la obscenidad misma. El suyo es en rigor un proyecto pornográfico, que a la vez que indaga en lo revulsivo de la obscenidad, se interroga por las condiciones de su atractivo y de su seducción. En propiedad ella trabaja sobre el enigma de la belleza, tal como ya la había diagnosticado Baudelaire al hablar de una carroña: “las piernas en el aire como una mujer lúbrica/ ardiente y sudando los venenos/ abría de una forma descuidad y cínica/ su vientre lleno de exhalaciones”. El enigma de la atracción de lo repugnante. Curiosamente Sigmund Freud también se planteó este enigma, al hablar del poder de seducción de la belleza:

  La ciencia de la estética investiga las condiciones en las cuales las cosas se perciben como bellas, pero no ha logrado explicar la esencia y el origen de la belleza, y como de costumbre, su infructuosidad se oculta con un despliegue de palabras muy sonoras pero pobres de sentido. Desgraciadamente tampoco el psicoanálisis tiene mucho que decirnos sobre la belleza. Lo único seguro parece ser su derivación del terreno de las sensaciones sexuales, representando un modelo ejemplar de una tendencia coartada en su fin. Primitivamente, la “belleza” y el “encanto” son atributos del objeto sexual. Es notable que los órganos genitales mismos casi nunca sean considerados como bellos, pese al invariable efecto excitante de su contemplación, en cambio, dicha propiedad parece ser inherente a ciertos caracteres sexuales secundarios.(3)  

Si Freud tiene razón, lo mismo que nos atrae es lo que nos produce asco, y esta es la turbia verdad de la belleza en la que Natalia Granada indaga: la obscenidad de su oscura evidencia, que muestra esa inquietante cercanía entre el sexo y la muerte.




(1) Georges Bataille, El erotismo, trad. Caste. De Toni Vicens y Marie Paule Sarazin, Tusquets, Barcelona, 1997, p.21.
(2) Poética I, 4, 1448 b; trad. De José Alsina Clota.
(3) Freud, S., El malestar en la cultura (1930), Obras completas, Amorrortu, Buenos Aires, 1974-1985, vol XXI, p.82.